martes, 10 de junio de 2008

Apuntes sobre el concepto de Socialización Política

Hola Compañeros: Según lo acordado, aquí expongo algunas reflexiones sobre lo que entiendo por Socialización Política.

Un fuerte abrazo latinoamericano,

Sandra Milena


Apuntes sobre Socialización Política

Con palabra y acto nos insertamos en el mundo humano,

y esta inserción es como un segundo nacimiento,

en el que confirmamos y asumimos

el hecho desnudo de nuestra original apariencia física.

Hannah Arendt






El actual ordenamiento mundial evidencia profundas contradicciones en las relaciones humanas en el campo de lo material tanto como en lo cultural; pues, de un lado, a pesar de que las condiciones materiales del mundo han venido transformándose constantemente y con celeridad, a partir del perfeccionamiento de artefactos tecnológicos y de los desarrollos científicos para la cura de innumerables enfermedades, cada vez son más grandes los grupos humanos que son marginados de tales posibilidades de calidad de vida.

Del otro lado, con toda la evolución del pensamiento manifestada especialmente desde el proyecto de la modernidad, las relaciones humanas que preceden las estructuras concretas, no cambian drásticamente con el pasar de los siglos; es decir, el mundo siempre ha estado determinado por relaciones de dominación de algunos grupos humanos sobre otros, con base en el entronizamiento de la razón y en diferentes factores que van desde la tierra hasta la capacidad adquisitiva para el consumo compulsivo, y en esta medida, sólo se piensa que son necesarios los saberes técnicos que permitan, además de la producción de artículos vitales o innecesarios, el mantenimiento del sistema con todo y sus relaciones material y culturalmente discriminatorias.

En este escenario de discriminaciones resulta vital la formulación de propuestas creativas e incluyentes que posibiliten nuevas formas de relaciones entre los hombres con base en posturas éticas que transformen el concepto de libertad como individualismo y lo trasciendan a una libertad como responsabilidad por el otro.

La esencia humana de nuestra existencia está dada por la condición ineludible de vivir con y en presencia de otros a través del tiempo y el espacio; pero esta condición no se limita a percibir al otro, sino que es esencialmente comprenderlo; en otras palabras, dicha condición trasciende la convivencia a la existencia en la que el ser humano reconoce al otro y se reconoce en él a través de la interacción.

Comprender la existencia del otro implica en primera instancia asumirlo por fuera del propio ser y, en esa medida, orientar las acciones cuidando de hacer lo que se quiere y de lo que el otro es. En este sentido, reconocer al otro y reconocerse en él no requiere sólo entender su naturaleza ni pretender encontrarse en un ser igual como un reflejo exacto, sino por el contrario comprender que hay diferencias y conflictos y que esta condición es fundamental para una sociedad democrática.

La existencia del otro y, por tanto, de diferencias y conflictos requiere poner en diálogo las diversas ideas, intereses, intencionalidades, responsabilidades y esfuerzos; es decir, actuar, pensar y crear con el otro distintas posibilidades de ser juntos y no sólo de estar juntos. Estas posibilidades se dan en escenarios de interacción en la forma de procesos de socialización espontáneos o intencionados que permiten la construcción de realidad, pues “implican la construcción de significados, sentidos y prácticas en torno a la formación de identidades personales y colectivas, construcción de regulaciones o patrones de valor cultural y construcción de instituciones”. (Alvarado y Botero, 2007b, p. 4).

Si se entiende que la vida de los seres humanos está siempre acompañada y determinada por la vida de otros, puede afirmarse entonces que la socialización entre ellos es permanente a lo largo de toda su existencia en cualquier espacio y tiempo.[1] Así, la socialización es una posibilidad humana para la creación, recreación y transmisión de cultura entre hombres de distintos contextos espaciales y epocales.

De acuerdo con lo anterior, puede decirse que existen procesos de socialización informales que se dan naturalmente como una manera de compartir el mundo, y otros en los que si bien no todo está predeterminado, sí se dejan ver las intencionalidades de los actores involucrados; a estos últimos se les puede entender como procesos de socialización política, cuya adjetivación es dada por la consideración de que lo político está necesariamente mediado por la acción y el discurso en pluralidad de perspectivas (Arendt, 1993) con el objetivo de tomar decisiones (Alvarado y Botero, 2007b) sobre el presente y el futuro de los hombres,

proceso en el que no sólo influyen los aspectos más directamente relacionados con la organización y gestión de los asuntos públicos (mundo social objetivado – contrato social), sino con las nuevas maneras como los actores sociales entienden la vida en sociedad y las relaciones con los otros y consigo mismos, a través de la apropiación biográfica individual que hacen del contrato y de las formas particulares como se vinculan a su renegociación permanente (conciencia subjetiva). (Alvarado y Botero, 2007b, p. 13).

Ahora bien, como lo plantean Alvarado y otros (2006), la socialización política tiene dos dimensiones: una de conformidad cuyo principal objetivo y resultado es el mantenimiento del statu quo, y otra quizá de carácter más subversivo cuya pretensión es la renegociación permanente del mismo. Repárese que la segunda posibilidad entraña el concepto de autonomía, si se la considera como la posibilidad de cuestionar y alterar el sistema de conocimiento y de organización ya existente en una sociedad, con la ambición de construir su propio modelo, con leyes pertinentes para su contexto y bajo la premisa de responder a su historia y a sus necesidades. “Esta posibilidad sólo aparece con el ser humano y aparece como posibilidad de poner en tela de juicio (no de manera aleatoria o ciega sino sabiendo que lo hace) sus propias leyes, su propia institución cuando se trata de la sociedad”. (Castoriadis, 2002, p. 157-158).

Siguiendo a Castoriadis, cada sociedad está configurada por escenarios y características que las más de las veces no son creadas conscientemente, sino que le son dadas por el mismo devenir social, cultural, económico y político. El proceso de transmisión de estas características garantiza que se hereden las condiciones necesarias para el afianzamiento de las relaciones de producción imperantes y de la ideología necesaria para ello. Así las cosas, una sociedad autónoma y, por lo tanto consciente de sí misma, no sólo se enfrenta a una superestructura ideológica y material, sino que simboliza lo que denomina Castoriadis una “autoalteración de la sociedad” por cuanto las instituciones y racionalidades imperantes no posibilitan los autocuestionamientos y, además, los hacen parecer utópicos.

Así las cosas, podría decirse entonces que la socialización política y la autonomía funcionan en una dinámica de correspondencia en la que una puede determinar y potenciar a la otra, en términos de que una sociedad autónoma facilitaría la búsqueda y discusión crítica de los intereses colectivos en los procesos de socialización política; y a su vez, estos procesos cotidianamente pueden incrementar la condición autónoma de una sociedad que, en diferentes escenarios de participación colectiva, conscientemente se mira a sí misma y decide reformular lo que ya no es pertinente a su realidad.

Nótese que tanto la socialización política como la autonomía requieren la participación de un sujeto que además de estar interesado en vincularse con los procesos de toma de decisiones de interés colectivo y de estar dotado de un conjunto de derechos y deberes, pueda contar con una formación ciudadana permanente

“bajo una responsabilidad compartida por las distintas instancias de socialización (familia, escuela, comunidad, medios de comunicación), toda vez que el ejercicio de la ciudadanía exige desarrollar comportamientos, actitudes, habilidades y destrezas que hagan posible el respeto por el otro; el llegar a acuerdos consensuados, en donde los propósitos de pensar y actuar colectivamente se concreticen en acciones básicas de la vida cotidiana”. (Alvarado y Carreño, 2007, p. 53)

Esta necesidad de participación y la complejidad del mundo actual, exigen del individuo y de los grupos, el fortalecimiento de sus estructuras referenciales y conceptuales, la reevaluación del modelo actual tanto en su aspecto organizacional como institucional y el abandono de esquemas de pensamiento y de conocimiento que cohíben las libertades necesarias para la construcción de Nación y terminan definiendo los sueños y las luchas desde perspectivas de alienación y dominación.

Así pues, los procesos de socialización política en una sociedad autónoma deberían conducir a la realización de una Nación autónoma, justa, y participativa, capaz de conservar las instituciones que consulten nuestra identidad y nuestras necesidades, pero sobre todo, capaz de reformular, cada vez que sea necesario, los conceptos y las instituciones básicas de una Nación democrática, libre e incluyente, que sea capaz de darse una vida más amable, digna y, ciertamente, más libre y feliz.


Bibliografía


Alvarado, Sara V. y Botero, Patricia. (2007a). Niñez ¿Política? y Cotidianidad. En: Justicia, Moral y Subjetividad Política en Niños, Niñas y Jóvenes. Manizales. Centro de Estudios Avanzados en Niñez y Juventud de la alianza Universidad de Manizales – CINDE. Pp. 161-185.

Alvarado, Sara V. y Botero, Patricia. (2007b). Procesos de Socialización Política, Formación Ciudadana y Participación. Documento de trabajo del Diplomado Formación en Investigación para la Red Childwatch en Latinoamérica. Centro de Estudios Avanzados en Niñez y Juventud de la alianza CINDE – Universidad de Manizales, Manizales.

Alvarado, Sara V. y Carreño, María T. (2007), “La Formación Ciudadana: una estrategia para la construcción de justicia”. En: Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, Vol. 5 N° 1. Pp. 35-56.

Alvarado, Sara V. et al. (2006). “Transformación de Actitudes Frente a la Equidad en Niños y Niñas de Sectores de Alta Conflictividad Social, en un Proceso de Socialización Política y Educación para la Paz”. En: Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, Vol. 4 N° 1. Pp. 217-250.

Arendt, Hannah. (1993). La Condición Humana. Barcelona. Ed. Paidós.

Castoriadis, Cornelius. (2002). La Cuestión de la Autonomía Social e Individual En: Pánico en la Globalización. Bogotá. Fundación para la Investigación y la Cultura. Pp. 157-169.

Funes, María Jesús. (2008). Socialización Política y Participación Ciudadana. Jóvenes en Dictadura y Jóvenes en Democracia. En línea:
http://www.fes-web.org/sociopolitica/cisp/socipoli/textoscisp/Socializacion%20politica.pdf. (13 de mayo de 2008).



[1] Para Hannah Arendt (1993), el mundo se compone de las cosas materiales hechas por los hombres y las relaciones que se dan entre ellos; así, el sentido de realidad lo da precisamente la coexistencia con otros hombres que viven un mismo mundo, desde diferentes perspectivas. Lo común está dado por el hecho de compartir el mundo en dos sentidos: en éste viven todos los hombres, interactúan, construyen y lo transforman; y la trascendencia del mundo con respecto a la vida del hombre, pues éste permanece a pesar de la temporalidad humana.






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